jueves, 15 de noviembre de 2012

Nos dejan sin futuro...



La regeneración de los sindicatos, con un cambio sustancial de su oferta a la sociedad y la clase trabajadora, y su adaptación a la modernidad son una de las tareas pendientes de la democracia española.
Porque si las cifras de su capacidad de movilización para la huelga son malas, peor son aún sus números en el día a día.
Solo el 16,4% (unos tres millones) de los ocupados están afiliados a algún sindicato, según cifras oficiales.
Únicamente Estonia, Francia y Letonia registran tasas más bajas (por debajo del 10%), mientras que Suecia, Dinamarca y Finlandia encabezan la clasificación con cifras cercanas al 70%, según datos de la Comisión Europea.
Y en tiempos de crisis, y vistas las soluciones que aportan, van a peor. Desde finales de 2007 a 2010, últimos datos disponibles, los sindicatos han perdido casi 220.000 afiliados. El respaldo de los trabajadores cada vez es menor, y su fututo más incierto, si tenemos en cuenta que el perfil de afiliado en España es el de hombre de entre 45 y 54 años. Los jóvenes ya están en otra historia.

EN el caso concreto de los sindicatos españoles, la huelga general es un instrumento desproporcionado para la dimensión real de las organizaciones convocantes, CC.OO. y UGT, cuyo nivel de afiliación es el más bajo de la OCDE y cuya existencia es dependiente por completo de la financiación pública, no de las cuotas de sus afiliados.

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