jueves, 22 de noviembre de 2012

Los silencios de la izquierda



LA violencia desatada tras las manifestaciones de protesta en Madrid y Barcelona, el pasado miércoles, debería motivar en la izquierda política y sindical una reflexión urgente sobre los límites de su discurso de oposición al Gobierno.
Ya se sabe, y es un tópico, que gran parte de los actos más violentos cometidos en ambas capitales en la noche del miércoles son atribuibles a grupos de radicales de izquierda que no formaban parte de las organizaciones convocantes de la huelga general y de las posteriores concentraciones. Pero sí se produjeron actos de coacción, amenaza y fuerza por parte de piquetes, perfectamente identificados, contra personas y locales comerciales.
En definitiva, la jornada de paro volvió a compaginar expresiones pacíficas de protesta y comportamientos delictivos que quedan, por lo general, impunes.

  Tampoco es posible elogiar un deseable distanciamiento de los principales sindicatos respecto a estos actos violentos, porque no lo han expresado. Es más, el secretario general de Comisiones Obreras deslizó la insidia de que podían estar provocados por policías infiltrados.
El discurso del PSOE tampoco se afana en deslegitimar esta violencia izquierdista que sistemáticamente se produce en las convocatorias contra el Gobierno de Mariano Rajoy.
No basta con no inducirla. Es imprescindible una condena sin paliativos, explícita, de esa violencia, para cualquiera de sus vertientes, sea la de los piquetes sindicales, sea la de grupos antisistema.
Ante la violencia, el que calla otorga; incluso el que calla a medias, porque, mientras los violentos siquiera puedan sospechar que su vandalismo tiene un ápice de justificación en la opinión de una parte de la clase política, se considerarán justificados en su violencia. El compromiso con la democracia, el Estado de Derecho y las libertades públicas no se sobrentiende en estos casos. Hay que reafirmarlo para dejar claro en qué lado está cada cual.

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