Han pasado 30 años y por su aspecto
parecen los mismos, pero no lo son. Solo dos siguen en la política activa:
Guerra y Almunia. Del resto, la mayoría ha preferido los lucrativos consejos de
administración al ingrato oficio de servidor público
Formaron un Gobierno con un respaldo que
todavía no ha sido superado —10.127.392 votos, un 48,11%, que se tradujo en
2002 diputados—, e inauguraron en torno al carisma de Felipe González una era,
que el tiempo y la memoria se han empeñado en edulcorar sobreponiendo las luces
a las sombras.
En aquel primer gabinete de 1982 no
había mujeres, como muestra la primera «foto de familia» tomada el 3 de
diciembre, casi una reliquia del blanco y negro. Han pasado 30 años y por su
aspecto, a excepción de que tienen menos pelo, aquellos pioneros se parecen
mucho a sí mismos. Pero no lo son. Hoy solo dos permanecen en la política
activa: Alfonso Guerra y Joaquín Almunia. Del resto, la mayoría goza hoy de
sillones privilegiados en los bancos, las consultorías y los consejos de
Adminsitración, a una media de 125.000 euros anuales por ficha. Se presentaron
a unas elecciones para pilotar la Transición bajo el lema «Por el cambio», que
muchos han acabado aplicándose para cambiar la ingratitud malpagada del
servicio público por la buena vida.
Alfonso Guerra es el diputado más
veterano del Congreso, el único que ocupa escaño desde 1977, año de la
Legislatura Constituyente, y aunque se sienta unas filas por detrás del que fue
su sitio como vicepresidente de cinco gabinetes de Felipe González, ahí sigue.
Está al frente de la comisión de
Presupuestos y en la declaración oficial de Bienes y Rentas que tiene obligación
de rellenar como parlamentario no figura su sueldo. Sí que es presidente de la
Fundación Pablo Iglesias del PSOE «sin recibir ningún tipo de remuneración»,
que suma en sus cuentas 16.679 euros y que en 2010 percibió otros 15.800 por
conferencias y artículos, además de derechos de autor.
Entre 2005 y 2006 publicó sus memorias,
que en el imaginario social quedaron indefectiblemente manchadas por el
escándalo de tráfico de influencias que su hermano Juan condujo desde un
despacho de la Delegación del Gobierno de Sevilla, descubierto al filo de las
elecciones de 1989. Aquel episodio, unido a la trama Filesa, acabaría
provocando la dimisión de Guerra previo deterioro de sus relaciones con
González. Después de años, Alfredo Pérez Rubalcaba reunió el pasado noviembre a
ambos en el mítin de arrancada de su campaña del 20-N, celebrado además en un
marco tan imprescindible para la mística socialista como Dos Hermanas. Al
saludarse en el escenario, González y Guerra ni se miraron.
Es encender la televisión, y ahí está
Joaquín Almunia, flamante vicepresidente económico y comisario de Competencia
de la Comisión Europea, uno de los hombres fuertes de Bruselas, lugar donde ya
trabajaba al servicio de la Oficina de las Cámaras de Comercio Españolas en
1974, cuando conoció a Felipe González, el entonces joven Isidoro recién
elegido en el Congreso de Suresnes. Almunia juega en la Champion del socialismo
y conviene no olvidar que está ahí porque su partido no lo quiso.
Ungido en el 34 Congreso como el
sucesor, Felipe González le dejó sin bendecir, por lo que el vasco acabó
convocando unas primarias para legitimarse que perdió frente a Josep Borrell.
Aunque al final acabaría siendo candidato a La Moncloa y cosechando un fracaso
histórico que le llevó a dimitir de su cargo en el partido la misma noche.
Carambolas del destino, producto de
aquella debacle, Joaquín Almunia cobra hoy un sueldo estratosférico, vuela en
bussines y es recibido con máximo reconocimiento allá donde pisa. El que fuera
ministro de Trabajo del primer Gobierno del PSOE e íntimo colaborador de
Nicolás Redondo en la UGT rinde ahora cuentas a Durao Barroso y lanza duras
críticas contra la economía española, que en España han sonado a traición.
Miguel Boyer ha logrado el raro récord
de acaparar la atención de la prensa sepia, de los periódicos generalistas y
del papel couché a la misma vez. Como es de sobra conocido, Boyer es marido de
Isabel Preysler, casamiento que ha condicionado dramáticamente el perfil
público del que fuera el primer arquitecto económico de Felipe González y
ejecutor de la expropiación de Rumasa, y hoy un multimillonario de la
«beautiful people» que despierta desdén entre sus ex compañeros de siglas.
Cuando se recupera de un ictus grave sufrido a principios de 2012, actualmente
es consejero externo de Red Eléctrica Española ( 170.000 euros al año pora
trece reuniones), de Reyal Urbis y de Bosh.
Tratar de rastrear sus pasos por los
encerados pasillos de los consejos de Administración de la empresa privada
(FCC, Logística de Hidrocarburos, Hispania, donde ganaba 1,5 millones de euros
al año), resulta casi tan proceloso como documentar sus idas y venidas
políticas, que tantas antipatías le han granjeado. Tras 30 años de
militantancia, abandonó el PSOE en 1996 (ya lo había hecho antes en 1968 y
1977) y en 2002 ingresó en el laboratorio de ideas del PP, la FAES de José
María Aznar en 2002. Zapatero lo rescató para presidir la Comisión Asesora de
Competitividad, un sanedrín de expertos previsto en el Pacto por el Euro que
apoya al Gobierno
Después de haberse paseado por los más
privilegiados salones de poder del planeta, Javier Solana se sienta ahora en
algunos de las no menos exclusivas butacas del universo de los negocios en
varias de sus vertientes: el instituto “Global Economy and Geopolitic” de la
escuela Esade, el consejo de Indra o del Grupo Acciona de los Entrecanales.
Lejos quedan los tiempos en que Solana,
veterano también de Suresnes y adornado entonces de una aureola de rebelde
bohemio se manifestó contra la guerra de Vietnam mientras completaba estudios
en Estados Unidos. Hay quien sostiene que, si alguien de esa quinta del
gobierno del 82 ha cambiado hasta metamorfosearse, ese es quien ocupó la
cartera de Cultura, Solana, cuya barba —sugieren— se ha ido recortando y
acicalando todos estos años a igual ritmo que sus principios. Y a la misma
velocidad que sucumbía al imperio de Washington.
Es un socialista de élites y zapatos
relucientes como espejos. Por eso queda lejos también la época en que se dedicó
a escribir los panfletos contra la entrada de España en la OTAN para luego
convertirse en 1995 en su secretario general, cargo desde el que ordenó, en
contra de la ONU, la primera acción militar de la historia de la Alianza: el
bombardeo de Yugoslavia, supuestamente a la caza de Slobodan Milosevic. De esa
responsabilidad pasó a ocupar en 1999 y durante una década la cartera de Mr.
Pesc, alto representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE.
Gracias al indulto parcial que le
concedió el Gobierno en 1998, José Barrionuevo pasó en la cárcel tres meses de
los 10 años a los que había sido condenado por la guerra sucia contra ETA, pero
la otra parte de la sentencia -12 años de inhabilitación absoluta- no ha
expirado hasta septiembre de 2009. Esa realidad explica que quien a fecha de
hoy es el único ministro de España que ha ingresado en prisión dejara la
política, no solo por capricho, sino porque no podía ejercerla.
Cumplida esa pena, Barrionuevo se dejó
ver en 2010 en un acto de apoyo al líder del PSOE madrileño, Tomás Gómez, y no
ha sido la única vez. Sobre quién es y qué hace en la actualidad el primer
titular de Interior de Felipe González se sabe más bien poco. Ha desempeñado un
puesto ccomo inspector de Trabajo hasta su jubilación, lleva una vida apacible
en su casa familiar de Berja (Almería) y, como refleja Javier Chicote en su
libro «Socialistas de élite», tiene 2,5 millones de euros invertidos en
constructoras: Jeos Integral y Sclarea. Vive apartado de los focos quien dejó
una fotografía para la historia, la de su ingreso en la penitenciaría de
Guadalajara rodeado de los principales prebostes del socialismo, y una amenaza
estremecedora: «tirar de la manta».
No es el mejor momento para Narcís Serra.
Ha cambiado el Gobierno, la crisis aprieta, y últimamente ha sido relevado de
los Consejos de Administración de Telefónica Internacional y Gas Natural (donde
se reencontró en 2010 con Felipe González), a lo que hay que añadir que ha
tenido que dimitir de la Presidencia de la arruinada Caixa Cataluña después
ejercer un lustro el cargo, por el que ha estado percibiendo la nada
despreciable retribución de 200.000 euros al año, sin cláusula de dedicación
exclusiva.
Esa cifra salió a la luz cuando Caixa
Cataluña ya había recibido del FROB una inyección de 1.250 millones de dinero
público y antes de la fusión de la entidad con otras dos, operación por la que
Serra ha tenido que verse en la engorrosa obligación de dar explicaciones en el
Congreso. Con menos barba pero idéntica mirada de despiste, el que fuera primer
ministro socialista de Defensa y único que ha formado parte de todos los
gobiernos de González, —hasta sonó como sucesor—, ha demostrado una avispada
habilidad para dejar atrás esa política de andar por casa y dedicarse a lo
verdaderamente grande. A los grandes sueldos. Sigue siendo estando en el
consejo de Telefónica Chile, Grupo Applus y Telecomunicaciones de Sao Paulo y
preside el Centro de Estudios y Documentación Internacionales (Cidob) de
Barcelona. Él sigue diciendo que lo que de verdad le hubiera gustado es tocar
el piano.
Hay frases que acompañan a uno como la
piel. La de Carlos Solchaga, «España es el país del mundo donde más rápido se
puede hacer uno rico» debió penetrar en la de muchos otros de su generación,
que se entregaron al saqueo del Estado protagonizando episodios que han quedado
para la antología del pelotazo: Filesa, Fondos Reservados, Roldán... También el
caso Ibercorp, que acabó con el ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio
entre rejas, y sacó a quien había sido su patrocinador, el propio Solchaga, de
la primera línea de la política.
Él sólo se instaló a continuación en el
del lobbysmo, la asesoría de altos vuelos y los consejos estrella, donde no se
sabe si rápido o no, pero el que Felipe González eligió para pilotar la reconversión
industrial sí se ha hecho rico. Sus ganancias se calculan en un millón de euros
al año: Solchaga Recio & Asociados es su insignia de “mediación”, es
consejero de la constructora Duro Felguera (274.000 europs anuales), de la
farmacéutica Zeltia (62.000), Enerma Consultores, Citibank, Cie Automotive,
Near Technologies Madrid están también en su lista de facturación.
En el PSOE no le echan de menos, la
mitad por su enfrentamiento con el sector guerrista, y otros muchos por abonar
las críticas a José Luis Rodríguez Zapatero cuando iba camino de ser un árbol
caído. Ramón Tamames le retrató como un «prepotente» con una relación con el
poder económico privado con «sombras aún no esclarecidas».
Fernando Morán, ministro de Asuntos
Exteriores
Nacido en 1926, Morán tiene un hueco en
la historia por ser el ministro de Exteriores que logró el acuerdo para la
adhesión de España a la actual Unión Europea.Aunque inició su mandato con una
fuerte campaña contra su persona, con chistes que le intentaban ridiculizar, lo
finalizó siendo el ministro más popular del Gabinete de González.Ha sido
eurodiputado y fracasó en su intento de ser alcalde de Madrid en los comicios
municipales de 1999. Está retirado de la política debido a una isquemia
cerebrovascular.
Javier Moscoso, ministro de la
Presidencia
Es el único ministro cuyo apellido ha
dado pie a una palabra reconocida por la Real Academia de la Lengua, moscoso,
para definir un día de permiso del que disfrutan los funcionarios y que se
instauró en su etapa como titular de Presidencia.Nacido en 1934 y catedrático
de Derecho Penal y Político, fue Fiscal General del Estado después de su etapa
como ministro de González. En la actualidad, es presidente del Consejo de
Redacción de la editorial Aranzadi.
José María Maravall, ministro de
Educación y Ciencia
Profesor por naturaleza y político por
vocación, Maravall, de 70 años, ha combinado ambas facetas durante toda su
vida. Formó parte de la protesta universitaria contra el franquismo de joven y
fue miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE en diversas ocasiones entre 1979 y
1994. De su carrera como ministro destaca la aprobación de la Ley Orgánica de
Derecho a la Educación (LODE). En la actualidad, es catedrático de Sociología
en la Universidad Complutense de Madrid, miembro reconocido de la Academia
Británica y miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Ciencias y de
la Universidad de Oxford.
Tomás de la Quadra-Salcedo, ministro de
Administración Territorial
Es uno de los nombres de referencia en
el mundo del derecho administrativo en España. Nacido en Madrid en 1946, ha
desempeñado puestos de responsabilidad durante su dilatada carrera profesional,
académica y política. Entre esos cargos, estuvo al frente del Consejo de Estado
entre 1985 y 1991. Sigue ejerciendo la docencia en la Universidad Carlos III
como catedrático de Derecho Administrativo.
Ernest Lluch, ministro de Sanidad y
Consumo
Ministro hasta 1986, se dedicó después a
su trabajo como catedrático de Historia de las Doctrinas Económicas en la
Universidad Central de Barcelona.Sensibilizado con el problema vasco, era
defensor de la vía negociadora entre las partes desde el diálogo.El 21 de
noviembre del 2000 fue asesinado por ETA a los 63 años de edad en el
aparcamiento de su domicilio en Barcelona cuando regresaba de impartir sus
clases en la Universidad.
Fernando Ledesma, ministro de Justicia
Próximo a cumplir 74 años, Fernando
Ledesma ha conocido los tres poderes del Estado, aunque la mayor parte de su
carrera la ha desarrollado en la judicatura como magistrado de lo
contencioso-administrativo.Fue ministro hasta 1988 y regresó después a su sala
de lo Contencioso. Presidente del Consejo de Estado entre 1991 y 1996, sigue
siendo actualmente miembro de esta institución, donde apadrinó la entrada de
Zapatero en ella una vez que abandonó el Gobierno.
Julián Campo, ministro de Obras Públicas
y Urbanismo
Ingeniero industrial, ocupó la cartera
ministerial hasta 1985. Experto en temas macroeconómicos, cuenta actualmente
con 74 años y durante su etapa como ministro fueron conocidas sus diferencias
con Miguel Boyer por asuntos como el mantenimiento de la empresa de autopistas
catalanas ACESA en la esfera pública. Ha sido inspector financiero y tributario
hasta su jubilación.
Enrique Barón, ministro de Transportes
El que fuera ministro de Transportes
hizo después carrera en el Parlamento Europeo, institución a cuya presidencia
llegó en 1989 y se convirtió así en el primer español en acceder a ese cargo.
Ha seguido ligado a la Eurocámara como eurodiputado hasta las elecciones
europeas de 2009. Con 68 años de edad sigue ligado a diversos organismos e
instituciones y es presidente del Patronato de la Fundación Yehudi Menuhin
España y de la Fundación Europea para la Sociedad de la Información.
Carlos Romero, ministro de Agricultura,
Pesca y Alimentación
Fue uno de los pocos que estuvieron en
los tres primeros gobiernos socialistas y como titular de Agricultura le
correspondió la difícil negociación de este área para la adhesión de España a
la UE.A punto en la actualidad de cumplir los 69 años, fue también diputado,
presidente del Patronato del Parque Nacional de Doñana y coordinador de temas
agrícolas del PSOE. Su último destino fue como funcionario de Economía y
Hacienda durante el Gobierno Zapatero.